La tradición de Kenia siempre ha dictaminado que las chicas buenas se convertirán en buenas esposas. Sin embargo, Kena y Ziki ven y sueñan más allá de esa historia que ha sido escrita para ellas, pero nunca de su propia mano. A pesar de la rivalidad política de sus familias, su amistad resiste, se ayudan mutuamente y son su apoyo incondicional para perseguir esos sueños que no encajan en una sociedad conservadora. Pero cuando el amor surge entre ellas, se verán forzadas a elegir entre amistad y su propia seguridad.
Esto es, en pocas líneas, la sinopsis de la película keniana “Rafiki” (amigo en suahili) dirigida por Wanuri Kahiu. La directora, nacida en Nairobi, se ha visto en una encrucijada parecida a la de sus protagonistas; aquella entre la felicidad que supuso la proyección de su última obra en el Festival de Cannes el pasado abril, y las amenazas que llegaban de su propio país a raíz de la temática central de la película, seguidas por la prohibición de ésta en todos los cines.