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Juzgado de El Galaa
Juzgado de El Galaa

Día uno del juicio: lo que ha conseguido Mona Iraqi

Hoy (21 de diciembre) fui al juicio con dos activistas egipcios por los derechos humanos –Dalia Abd El Hameed, de la Iniciativa Egipcia por los Derechos Individuales (EIPR, por sus siglas en inglés), y Ramy Youssef, estudiante de derecho y activista antiviolencia. En el juzgado de El Galaa, en una calle gris de Azbakeya en el centro de El Cairo, tuvo lugar la primera sesión del juicio a 26 hombres, todos detenidos durante la redada en los baños públicos de la que informó pormenorizadamente la periodista Mona Iraqi. Mientras íbamos en taxi hacia allí, un amigo me llamó con el rumor de que la misma Mona Iraqi estaba en el juzgado. No era así. No tiene el valor suficiente como para enfrentarse a las víctimas, las familias, la destrucción que ha conseguido.

Siempre he dicho que el trabajo por los derechos humanos es un 90% esperar. Hoy, también. Estás de pie en un decrépito vestíbulo mientras va creciendo una multitud: abogados con togas polvorientas, las familias –principalmente mujeres mayores, con vestidos negros y hijab- y, para que se sepa que está pasando algo lascivo, el equipo de cámara montando un trípode en una esquina. También había agentes de seguridad, en un número inusual, con gafas de sol y chaquetas de cuero baratas. 82 casos atascaron el orden del día del juez. El juicio de los baños públicos llegó al final, en reconocimiento a su condición especial. Nos dice algo sobre la justicia egipcia que los otros 81 llevasen solo dos horas.

Cuando por fin llegó el caso, la multitud había aumentado hasta llenar el vestíbulo. La policía abrió las puertas de la sala alrededor de la 1.40 y dejó pasar a unas 60 o 70 personas de la prensa. Los siguientes veinte minutos fueron un caos absoluto. Los guardas urgían a los cabizbajos acusados, encorvados y encadenados entre ellos por la muñeca, mientras el alguacil en la puerta les golpeaba en los hombros. Encerraron a los hombres en jaulas dentro de la sala. Después de que las familias admitiesen ver a sus hijos humillados, los guardas decidieron echarlos. Esto me recordó al juicio del Queen Boat en 2001 –la primera vez que fui a un juzgado en Egipto: en casos de gran repercusión, las familias son brutalmente bloqueadas de la vista, mientras se deja pasar a los periodistas, como si el estado quisiera presumir de sus logros. Los gritos y los llantos eran insoportables. Aunque sea un cliché, la escena era descorazonadora. Incluso mi viejo corazón, desgarrado como una antigua escritura de tierras, se hizo trizas. Una madre, mientras los polis la echaban de la sala, gritó a su hijo en la jaula: “¡Recuerda que eres un hombre! ¡No tengas miedo! ¡No tengas miedo de nadie salvo de Dios!”

Otra mujer había venido con su hija y su hijo de unos 10 años. El niño lloraba desconsoladamente al tiempo que se subía a los bancos y lloró incluso aún más cuando vio que maltrataban a su madre y que la expulsaban justo antes de hacer lo propio con él.

La policía declaró que solo los abogados y “periodistas autorizados” podrían estar en la sala pero solamente comprobaron los pases de prensa de forma aleatoria durante el caos. Lo que importaba era si parecías de clase media y respetable o pobre e indefenso. Los acusados son en su mayoría hombres de clase trabajadora, con unas familias asustadas e indefensas ante la autoridad de injusticias. (Un abogado nos comentó que uno de los hombres debía casarse al día siguiente de la redada. Había ido a los baños públicos esa noche para limpiarse antes de su boda.)

La vista fue breve. Más de una docena de abogados defensores abarrotaban los bancos frontales. Uno de los abogados nos advirtió que temía que el juez pudiese pronunciar una sentencia ese mismo día –el gobierno estaba visiblemente ansioso por avanzar ya que un veredicto de culpabilidad rápido le daría a Mona Iraqi una defensa contra las críticas furibundas que ha encontrado en Egipto. Después de diez minutos, el juez se retiró a su despacho. Algunos letrados se abrieron paso tras él. Los acusados lloraban en sus jaulas. Un abogado se alzó para gritar que habían presentado al juez sus peticiones y empezó a enumerar lo que habían pedido, incluyendo la puesta en libertad de los acusados. Durante la confusión, la multitud entendió que realmente iban a liberarlos. La gente se apresuró a contárselo a las familias que esperaban fuera, que lo celebraron con júbilo. Otros abogados gritaron historias opuestas. Las noticias falsas de la liberación de los hombres llegaron a Twitter en unos pocos minutos.

De hecho, el juez pospuso la próxima vista hasta el 4 de enero y los hombres permanecerán encerrados hasta entonces. Como una mala aunque predecible señal, rechazó las peticiones de los abogados defensores para citar a Mona Iraqi y al doctor jefe de la Autoridad Médica Forense como testigos.

Algunos puntos:

1) Los abogados todavía no han visto los informes del fiscal o de la policía, por lo que no sabemos de manera definitiva cuáles son los cargos. Sin embargo, parece probable que 21 hombres fueran clientes de los baños públicos; serán acusados de “prácticas libertinas habituales” (artículo 9c de la Ley 10/1061), o conducta homosexual, enfrentándose a hasta tres años de cárcel. El propietario y los trabajadores presumiblemente son los otros cinco prisioneros. Es probable que sean juzgados por alguna combinación de:

  • tener una residencia para propósitos de libertinaje (artículo 9a, tres años),
  • o facilitar prácticas libertinas (artículo 9b, tres años),
  • o sacar provecho de prácticas libertinas (artículo 11, dos años),
  • o “trabajar o residir en instalaciones utilizadas para el libertinaje” (artículo 13, un año).

Eso podría sumar nueve años de prisión. Al contrario que en las mentiras de Mona Iraqi, no se mencionó “tráfico de sexo”.

2) El periódico estatal Al Ahram informó la semana pasada que a 21 de los prisioneros se les obligó a pasar exámenes forenses anales, probablemente los presuntos clientes, de los cuales 18 parece que estaban “sin usar”, mientras que Hisham Abdel Hameed, el portavoz de la Autoridad Médica Forense, declaró que se descubrió que tres habían sido asaltados sexualmente. De inmediato Mona Iraqi anunció este resultado, manifestando que había salvado a víctimas de violación. Ni la historia de las noticias ni la vista ofrecieron ningún indicio de que los hombres hubiesen informado que habían sido asaltados. El ataque no se mencionó en ningún momento de la vista y no hubo ninguna pista de por qué las víctimas de violación deberían permanecer entre rejas y afrontar el juicio. Tampoco se indicó en ningún momento donde ocurrió la agresión –podría haber tenido ya lugar en la trena, donde los prisioneros acusados de conducta homosexual frecuentemente se enfrentan al abuso sexual.

En 2003, Hossam Bahgat (fundador del EIPR) y yo entrevistamos al doctor Ayman Fouda, por entonces director adjunto de la Autoridad Médica Forense de Egipto (posteriormente consiguió dirigirla). Fouda estaba verdaderamente obsesionado con los anos y se pasó horas explicando la teoría detrás de los exámenes anales. El sexo homosexual, nos expuso, es siempre una violación. Cuando un pene se acerca a un ano (lo ilustró de forma espontánea con las manos), el ano se contrae como rechazo instintivo a una intrusión antinatural; por tanto, la penetración siempre es violenta y deja las mismas marcas que una agresión. La violencia hace que el ano violado tenga forma de embudo. Incluso si el pervertido consiente, su ano no lo hace. Nosotros preguntamos si una persona que se introduce un consolador se dejaría las mismas marcas. No, afirmó con seriedad el doctor Fouda. “El ano reconoce un objeto ‘amable’ y se relaja”.

Esto podría ser gracioso si no fuese real. Los examinadores de Fouda declaran constantemente que pueden detectar deformidades anales como “prueba” de sexo homosexual consentido, incluso semanas después de que supuestamente ocurriese      –una completa patraña médica. Pero esta visión oficial de sexo anal fomenta la duda sobre si la Autoridad Médica Forense puede detectar (o si se molesta en buscar) la prueba de que un hombre ha sido realmente violado. En este caso, no se ha intentado tratar a las supuestas víctimas como víctimas, exonerarlas de los cargos de sexo consentidoo incluso conseguir sus versiones. Suena sospechosamente como si el gobierno estuviera creando una justificación para la redada de Mona Iraqi.

Fuera de la sala, una joven con un bebé se acercó a mi compañero Ramy de forma desesperada. Puede que fuese la hermana o la mujer de un acusado. Quería saber lo que se había encontrado en los exámenes forenses. Quería saber, en otras palabras: ¿será declarado culpable? Le respondió que la mayoría de los acusados estaban “sin usar”. No tuvimos las agallas de decirle: el gobierno probablemente les condene de todas maneras.

Nos fuimos al final de la tarde. En las calles, suplicantes por otros casos se amontonaban con gesto de impotencia. ¿Acaso Mona Iraqi tiene alguna idea de los horrores que ha causado? En frente del juzgado, hay unas ordenadas filas de motocicletas amarillas. Es el centro de distribución de Al Ahram y las motos reparten sus suplementos diarios de mentiras a los kioscos de la ciudad. Cuando era pequeño, mi madre solía leerme estas líneas de Lord Byron:

Estuve en Venecia, en el Puente de los Suspiros;

Un palacio y una prisión a cada mano…

Con respecto a la perversa proximidad que existe entre el poder y la degradación: Pues aprendí que hay camino para el infierno desde la misma puerta del cielo, lo mismo que desde la ciudad de Destrucción. En Egipto, la policía y la prensa son los que copulan perversamente. La justicia y el engaño se van a la cama juntos. La cárcel y la máquina de publicidad van de la mano.

(Traducción propia para ÁfricaLGBT gracias a nuestro voluntario Manuel Escudero Escudero. Puedes leer el idioma original en el enlace adjunto).

http://paper-bird.net/2014/12/21/day-one-of-the-trial/

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