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Maya
Maya

Por Joanna Nganda para Iwacu.

La transexualidad, lejos de lo que suele creerse, no es una ‘moda’ o un estilo de vida previamente elegido. De hecho, está científicamente probado que existe una gran cantidad inusual de hormonas femeninas en hombre y viceversa. Maya nos cuenta sobre su vida.

¿Cuándo descubriste tu transexualidad?

Yo era muy joven; recuerdo que me fascinaban la ropa y los zapatos de mujer, y sentía que yo también debía usarlos. Al principio, me asustaba cómo reaccionaría la gente, y mi primer intento ‘oficial’ de revelar mi verdadera personalidad fue en la secundaria. Ahí fue cuando probé con esmalta transparente de uñas y maquillaje discreto. Luego, me atreví a empezar a usar colores llamativos como el rosa y el rojo, y estaba muy sorprendida por el hecho de que ni la administración de la escuela ni mis compañeros reaccionaran de mala manera. De hecho, ¡no les pudo importar menos!

¿Cómo te definirías a ti misma,  como transexual?

Bueno, soy una mujer dentro del cuerpo de un hombre. Tengo una gran cantidad de hormonas femeninas y unas cuantas masculinas, siendo ésa la razón por la cual tengo curvas, a pesar de que no tengo pechos como los de ellas. Está en mis genes.

¿Cuándo comenzaste a usar ropa y peinados de mujer?

Primero, lo experimenté con mi cabello. A los 16 años usé trencitas con hilos porque parecían rastas y a mis padres no les importaba, y eran por las vacaciones de verano. Después me aburrió ese estilo y empecé por ponerle algo de color; luego, decidí usar extensiones de cabello; y al final, pelucas. ¡Estaba tan feliz cuando compré mi primera peluca! Me llenó completamente. Hace dos años compré mi primer vestido. Pensé en que no podría vivir frustrada por los estándares de la sociedad: seré yo misma y la gente que me quiere me aceptará como soy. El hecho de comprar ese vestido me abrió un nuevo mundo: podría vestirme completamente como mujer. Un amigo mío me ofreció un par de tacones altos, y también empecé a comprar los míos. Ahora tengo todo lo que necesito, literalmente de la cabeza a los pies.

¿Alguna vez has sido atacada por tu estilo?

Sí. Tengo malos recuerdos de quinto grado, de cuando mis compañeros me abordaron después de la hora de salida. Sentían curiosidad por saber si yo era mujer u hombre, así que algunos de ellos me tomaron de los brazos y las piernas mientras otros me desvestían. Eso, para mí, fue terrible. Me sentí amenazada. Recuerdo otro día en el que caminaba de la casa hasta la escuela, y algunos hombres que caminaban por la calle pusieron un cuchillo en mi cuello… de alguna forma, me las arreglé para salir de esa situación. Otro día me encontraba en la ciudad, haciendo unas compras cerca del viejo mercado, cuando un hombre notó que yo era hombre y empezó a gritar “esto es malo, la razón por la que “isi itakimera!” por ejemplo la tierra ya no es fértil”. Tan pronto como empezó a gritar, una multitud de al menos cien personas me señalaban  y me seguían. Me di cuenta de que pudo haber pasado cualquier cosa. Ellos pudieron lincharme y esa es la razón por la cual seguí caminando con normalidad hasta que me subí a un autobús para ponerme a salvo.

Tu estilo para vestir puede ser muy extravagante. ¿Cómo reacciona tu familia al respecto?

Bueno, hay algunas líneas que no puedo cruzar por respeto a mis padres; no quiero asustarlos. Por ejemplo, meto mis zapatos de tacón alto y mis vestidos o faldas en una bolsa, y me cambio cuando no estoy cerca de mi familia. Al contrario, ellos ya están acostumbrados a mis uñas pintadas y al maquillaje. Mi padre me lleva a la escuela a diario, y está acostumbrado a mi maquillaje.

En general, ¿cuál es la reacción de la sociedad?

Para la gente es raro ver que soy un hombre; de hecho, cada vez que voy a un centro nocturno, ¡hay hombres que me hablan! Claro, cuando van en serio les aclaro que no soy quien ellos piensan. Cuando se los digo, algunos no me creen. En resumen, quienes peor reaccionan son quienes me conocieron cuando era un niño, gente con la que crecí. Ellos se alejan cuando me ven; otros me saludan, y luego puedo escucharlos cuando dicen “mira, ese es de quien te hablaba el otro día”. Pero sabes, no solo soy el único transexual. Hay unos cuantos en Kamenge y en Buyenzi; ellos no pueden ser cien por ciento femeninas como yo, pero usan maquillaje, entre otras cosas. ¡Incluso hay casos de transexualidad en el campo!

 Cuando alguien se dirige hacia ti, ¿cómo prefieres que lo haga: como “él” o como “ella”?

Preferiría “ella” pero me niego a que ese tipo de cosas me molesten. En realidad no importa cuál uses.

(Traducción propia de ÁfricaLGBT gracias a nuestra voluntaria Ana Victoria Vega Ozuna, puedes ver el idioma original en el enlace del periódico ugandés que adjuntamos).

http://www.iwacu-burundi.org/blogs/english/a-woman-trapped-into-a-mans-body/

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