Por Andy Kopsa
El cómputo diario de los prisioneros en la Prisión Central Yaoundé, en las afueras de Yaoundé, Camerún, es en una pizarra del tamaño de una mesa de Ping-Pong fijada a la pared. Hoy, hay 4.113. El gerente de la prisión -vamos a llamarle “el Gobernador”— controla a los prisioneros. Éste está en el hospital, ese otro está siendo trasladado, otro grupo liberado. Hay asesinos, rateros, ladrones de coches y cacos entre los 4.113 –y al menos 20 de los prisioneros en la Prisión Central en Yaoundé están ahí sólo por ser homosexuales.
La homosexualidad es ilegal en más de ochenta países en el mundo, de los cuales, alrededor de treinta, en África. El presidente Nigeriano Goodluck Jonathan ha librado una cruzada para encerrar a las personas LGBT: trabajando sobre una lista de unos 160 sospechosos, los oficiales han hecho docenas de arrestos. El 24 de Febrero, Yoweri Museveni de Uganda firmó una ley anti-gay que permite la cadena perpetua de los LGBT y multas para los que no denuncien a personas que sepan que son homosexuales. El Presidente Obama se pronunció recientemente contra el proyecto de ley anti-gay de Uganda; el Secretario de Estado John Kerry ha condenado las atrocidades en Nigeria. Pero Camerúnse ha ido librando la atención internacional, aunque ha ido arrestando, acusando y encarcelando silenciosamente a homosexuales bajo el artículo 347 del código penal durante años.
Me siento con mi espalda contra la gigantesca pizarra. Mis compañeros durante la visita son dos miembros de la Fundación Camerunesa contra el SIDA (CAMFAIDS) y el Reverendo Canon Albert Ogle, un sacerdote Episcopal, que dirige la Fundación para la Reconciliación Internacional de San Pablo con sede en San Diego. La misión de esta organización es suministrar apoyo técnico a las organizaciones de base que luchan por los derechos humanos, activismo contra el VIH/SIDA y la protección de la salud en el Sur Global. CAMFAIDS, que ayuda a dar sentido de comunidad a la población gay de Yaoundé, es parte de una coalición que coordina un centro de acogida en la prestación de atención de salud sexual preventiva básica para homosexuales y ejecuta el naciente programa de divulgación en las prisiones.
El Reverendo Ogle trabajó en Uganda en la pasada década para crear una coalición incluyendo grupos religiosos, organizaciones de la sociedad civil y profesionales de la salud para servir a la comunidad LGBT. Con la esperanza de que su coalición creciera, CAMFAIDS invitó a Ogle a Camerún para observar la terrible situación de los homosexuales, que ha sido muy insuficientemente reportada por la mayoría de los medios de comunicación occidentales. Le pregunté a Ogle por qué Camerún no ha tenido la misma atención internacional que Uganda o Nigeria. El sólo pudo especular—quizás, dijo, porque Camerún es predominantemente francófona y Occidente se centra en los países Anglófonos, o quizás porque Camerún ofrece poco valor estratégico a los Estados Unidos—a diferencia de Uganda, que es una fuerza relativamente estabilizadora en la región. O quizás porque Camerún carece de petróleo, al contrario que Nigeria, que es el mayor exportador de crudo en África.
Yaoundé, la capital de Camerún, es la segunda ciudad más grande del país y su prisión, una de las dos más grandes. La otra está en la ciudad costera de Douala, el centro de negocios del país. Se pueden encontrar prisioneros LGBT en Douala y Yaoundé así como en pequeñas prisiones esparcidas por el país en ciudades más pequeñas, pueblos y aldeas.
Para entrar a la prisión tenemos que esquivar varios obstáculos; para cuando nos sentamos delante del Gobernador hemos estado preparando la visita durante dos días. En primer lugar, debemos conseguir “tickets” emitidos por el Ministerio de Justicia. En el día señalado, somos llevados en taxi a una pequeña tienda de alimentos al otro lado de la carretera de la prisión. Allí esperamos a que uno de los miembros de CAMFAIDS negocie nuestro soborno con el guardia que nos llevará a la entrada de la prisión.
Nuestro amigo de CAMFAIDS nos dijo que los prisioneros tienen que pagar su propia comida, por eso mientras estamos en la tienda, compramos bolsas de tapioca y azúcar de caña para los prisioneros con los que nos vamos a encontrar.
Por último, una mujer guardia, la hermana del dueño de la tienda, nos recoge. Su uniforme parece militar: verde militar, charreteras marrones y una boina roja. Supongo que el uniforme es estándar; el bolso Louis Vuitton que lleva, probablemente no lo es.
Es domingo –día de visitas— por lo que la puerta de entrada está abarrotada. Las familias esperan en gradas, como si fueran a ver un partido de liguilla en una ciudad pequeña, hechas exclusivamente de madera. Somos mezclados en la parte delantera y hacemos nuestra entrada. Me muevo para cruzar el umbral pero me detengo y espero a que un hombre con una carretilla llena de hojas y heces pase.
La prisión es apenas una caja de cemento. Dentro hay un pequeño patio abierto, un paso para los visitantes. Somos llevados a través del patio a la oficina del Gobernador.
Hace mucho calor. El Reverendo Ogle, sentado a mi lado con un traje negro de sacerdote y alzacuellos planchado, debe estar hirviendo. Al otro lado de la habitación los representantes de CAMFAIDS se sientan en dos sillones sin pie de felpa sucios.
El Gobernador está sentado detrás de un pesado escritorio de metal. Coge nuestros pasaportes y nuestros tickets de la prisión y saca un bloc de papel y empieza a anotar nuestros datos. El bloc es completamente nuevo –no es un registro oficial- y se me ocurre que todo esto es para aparentar. En realidad ellos no guardan registros aquí, ni de los visitantes ni de los prisioneros, excepto la pizarra gigante. El Gobernador continúa marcando nuestros datos con un bolígrafo que coge de su porta lapiceros nuevo verde brillante “Chicken Little”.
Desde una ventana de la oficina del Gobernador, veo a un hombre que sufre un violento ataque, su cuerpo sacudiéndose en la tierra. Instintivamente grito “¡Doctor!” El Gobernador está impasible, garabateando en el bloc en su escritorio y recibiendo a un grupo de guardias rotativo saludándole rápidamente. Poco a poco, la gente ser reúne alrededor del hombre con convulsiones. Un espectador colocó un libro de bolsillo debajo de su cabeza para ofrecerle una mayor comodidad.
Finalmente los prisioneros que pedimos visitar –cinco hombres y una mujer- son traídos a la oficina del Gobernador. Estrechamos nuestras manos y nos presentamos. Pensaba que podríamos hablar con ellos en privado o al menos no en la oficina del Gobernador, pero parece ser que no – debemos aceptar el espacio que nos ofrecen-.
Cuatro de los seis reclusos con los que nos reunimos han sido detenidos desde unos pocos meses hasta un año sin juicio ni cargos oficiales. Permanecen en prisión bajo lo que los funcionarios denominan “sospecha de homosexualidad”. Los otros dos han sido juzgados y declarados culpables – “condenados”, como ellos dicen. El hombre tiene una condena de dos años; la mujer, de cinco.
La carga de la prueba para arrestar a alguien por sospecha de homosexualidad en Camerún es ley. Si un vecino entrometido decide que una persona es gay –o si simplemente a ellos no les gustan- el vecino puede llamar a la policía y a menudo el acusado es arrestado. Los policías se sientan fuera en frente de los clubs con rumor de ser de ambiente gay y arrestan a los hombres y mujeres cuando salen. Los padres pueden denunciar a sus hijos, o los hermanos/as entre sí. No todos los arrestos acaban en pena de prisión –si el acusado puede pagar un soborno suficiente, a veces son puestos en libertad. A menudo, serán re-acusados y extorsionados una y otra vez.
El hombre que fue declarado culpable es muy frágil, sus hombros encogidos y su pecho hundido. Su ligera túnica púrpura parece teñida a primera vista, pero un examen más minucioso revela manchas y agujeros donde el tejido se ha desgastado. Él no habló durante nuestra visita excepto contestaciones a las preguntas con “Oui” o “Non." Le preguntamos si tenía algún familiar que le visitara. No respondió. Su amigo, un compañero de prisión, respondió: “Su familia le abandonó”.
La prisionera susurró que sufre una rutina de abusos por parte de los funcionarios de prisión. No dice qué clase de abusos y yo ya se lo suficiente como para preguntar. Estuvo recientemente en el hospital por un grave sarpullido en sus piernas; necesita medicación para curarlo pero no puede pagar la medicación. No se proporciona cuidados sanitarios a los presos en Yaoundé. El médico de la prisión solo dispensa aspirinas. Si es necesaria una estancia hospitalaria – o cualquier otro tratamiento que requiera más que una aspirina- el prisionero tiene que pagarlo. Ella no tiene familia. Nos dice “Ils sont morts”—“Murieron”— y llora.
No se trata sólo de salud lo que falta en Yaoundé. Los prisioneros deben comprar sus propias camas –pero la prisión no se las vende-. Hay poco acceso al agua potable; una nueva tubería de agua que los funcionarios de prisión quieren instalar está parada por la burocracia.
No pudimos hablar abiertamente delante del Gobernador con los prisioneros sobre los detalles de sus arrestos. El Gobernador intentaba simular estar ocupado, escribiendo en su cuaderno, contestando al teléfono, pero obviamente estaba escuchando. Supimos más sobre los prisioneros a través de los miembros de CAMFAIDS, cuando pudimos hablar fuera del alcance del oído del Gobernador. Un prisionero fue arrestado por estar en un bar donde las personas LGBT son bienvenidas; otro fue denunciado por un vecino por supuestamente tener “sexo fuerte” y uno simplemente por parecer “femenino”.
De los seis prisioneros, a dos les habían abandonado sus familias, uno tuvo visitas periódicas de una tía, uno tenía padres que habían muerto y dos no dijeron nada. El abandono, estigmatización y las palizas brutales por la familia de una persona LGBT preceden a menudo a la pena de prisión. Y si no hay prisión, la persona gay es muchas veces desterrada por la familia y la comunidad.
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Las leyes anti-gay han estado en los libros en Camerún desde la era colonial. Después de que a Camerún se le otorgase su independencia por parte de Francia en 1960, el primer presidente real, Ahmadou Ahidjo, transformó un proyecto de ley en ley contra la sodomía en 1972. El actual presidente de Camerún, Paul Biya, que ha estado en el poder durante treinta y un años, apoya la ley; su partido tiene la mayoría en el parlamento.
La brutalidad y emprisionamiento de las personas LGBT en Camerún son descontrolados en los pueblos, no sólo en las grandes ciudades. Una mujer que trabaja con organizaciones de derechos humanos en Camerún me dijo recientemente que recibe al menos “cuatro llamadas por semana” de personas LGBT en las zonas rurales, denunciando normalmente abuso familiar, abuso de las autoridades, encarcelamiento y posterior soborno de los funcionarios para su liberación.
El sondeo de la opinión pública en Camerún es difícil de conseguir, pero una encuesta de Gallup en 2007 mostró que un 84% de los Cameruneses dijeron que su país “no es un buen lugar” para los homosexuales. Los activistas con los que me reuní coinciden con que el público en general apoya la criminalización. El Día de la Juventud, un día de fiesta nacional, coincidió con mi último día en Camerún; las celebraciones incluyeron un desfile masivo a través Yaoundé con grupos que marchaban con el Presidente y otros dignatarios. Un grupo llevaba una bandera tan grande como para requerir cuatro hombres jóvenes para llevarla donde se leía “¡La Juventud Prohibe el Camino a la Homosexualidad!”.
El ex director de CAMFAIDS, Eric Lembembe, fue brutalmente asesinado el año pasado. Dos de nuestros anfitriones de CAMFAIDS en Yaoundé descubrieron el cuerpo de Eric. El dolor de su muerte está todavía fresco para los hombres que lo encontraron. En lágrimas, relatan el descubrimiento de Eric, su cuello y pies rotos, señales de quemaduras en sus manos, su cuerpo abandonado para que se descompusiera en su apartamento. Ellos me dijeron que fue un asesinato y la definición parece acertada. CAMFAIDS siente a sus miembros como una familia y Eric era un padre de facto dirigiendo un movimiento frágil. Llevó a la indignación a los grupos de derechos humanos y a una declaración de condena por el asesinato de Eric de la Embajada de EEUU para lograr incluso que los Cameruneses investigaran el crimen. Hasta la fecha no ha habido arrestos.
El sistema legal es horrible, me dijo un trabajador de derechos humanos. Los hombres y mujeres acusados de conducta homosexual tienen derecho a un abogado pero pocos abogados están dispuestos a ser asociados con estos casos. Michel Togué, el único abogado en Yaoundé que defiende a personas LGBT sobre la base de derechos humanos, se vio obligado a huir con su familia a los EEUU por las amenazas de muerte. Vuelve esporádicamente; en su mayoría, es CAMFAIDS quien provee a los prisioneros LGBT de algún tipo de ayuda legal. La otra única abogada de derechos humanos, Alice Nkom, está en Douala, a tres horas de viaje de bus traqueteante. Y se mantiene ocupada con amenazas de muerte contra ella y sus propios casos.
La Iglesia Católica ha jugado un papel importante en el rol del fomento del odio anti-gay, en un país donde el 39% es Católico. En un sermón de Navidad hace unos pocos años, el ex Arzobispo Victor Tonye Bakot definió al matrimonio del mismo sexo como “un grave crimen contra la humanidad.” Continuó. “Necesitamos levantarnos para combatirlo con energía. Estoy particularmente agradecido a nuestros medios de comunicación locales que han estado difundiendo este mensaje como un crimencontra la humanidad.”
Poco después de estas declaraciones, Bakot renunció; algunos infiltrados en Camerún sugieren que su dimisión vino directamente del Vaticano. La renuncia de Bakot parecía una noticia alentadora. Pero activistas en la comunidad local me dijeron que la Iglesia Católica de Camerún ha creado ya una oración anti-gay que proclama que la gente LGBT es una abominación para Dios, escrita en el catecismo oficial y se sigue predicando desde los altares de toda la nación durante las misas.
Antes de irnos, el Reverendo Ogle dice a los prisioneros con los que estuvimos “Dios no te ha olvidado.” No parecen convencidos. Están viviendo en una soledad desoladora que poca gente conoce. Nos levantamos para irnos, estrechamos las manos de nuevo y abrazamos a algunos de los prisioneros.
No vimos prisioneros tirados en la tierra o suelos de cemento, o veinte personas amontonadas en una celda. No vimos peleas ni violaciones. No vimos los cubos que sirven de retrete para los prisioneros. Pero sabemos por relatos de primera mano de ex prisioneros todo lo que hay detrás del muro del patio. Las condiciones en la prisión Yaoundé son bárbaras para los asesinos y ladrones, pero para la gente inocente LGBT, la prisión es una existencia infernal de abuso físico y mental implacable. No sólo han sido encerrados injustamente sino que se enfrentan a un mayor riesgo de maltrato por las autoridades, los médicos de la prisión y otros prisioneros.
Al final de nuestra visita, seguimos a una mujer guardia hacia el patio. Tiene una bonita trenza de color naranja y azul y una funda de teléfono móvil roja en su cadera. Me giro para una última mirada a los alrededores. Los funcionarios de prisión nos mantuvieron en un relativo ambiente controlado estéril: el patio de la entrada limpio, el ambiente hospitalario de la oficina del Gobernador.
Entonces vi a los seis prisioneros con los que estuvimos siendo conducidos por un guardia a través de la puerta de la pared del fondo de la parte trasera del patio. Justo un poco más allá de la apertura, a través de los barrotes de una rota puerta de metal, vi los movimientos de docenas de prisioneros. Todos estaban caminando en círculos concéntricos. Quizás estaban fuera haciendo ejercicio obligatorio, o quizás era sólo un gran “corral”. El guarda abrió la puerta de la celda. Hizo una seña a los seis para entrar y vi cómo, uno por uno, todos desparecieron.
(Traducción propia para ÁfricaLGBT gracias a nuestra voluntaria Idoia Gil Ibáñez. Puedes ver el idioma original en el enlace adjunto).
http://www.thenation.com/article/178630/abandoned-and-imprisoned-being-gay-cameroon