Por Henda Chennaoui para Nawa.
Un año más tarde de una nueva constitución calificada como progresista, las voces se alzan para reformar algunas leyes consideradas anticonstitucionales o incluso liberticidas, como por ejemplo la ley 230 del Código Penal que condena «la sodomía consentida entre adultos». Si la relación sentimental entre dos personas del mismo sexo no está explícitamente condenada por la ley, Túnez sigue siendo un país homófobo donde las personas LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) están obligadas a ocultar su tendencia sexual, abandonar el país o a sufrir las consecuencias judiciales y las agresiones físicas y morales impunes.
En un café cultural del centro de Túnez, se las arregla para elegir una mesa aislada donde nadie pueda adivinar lo que hace detrás de su pantallla. Alrededor, jóvenes en grupo, llenan el café de chácharas y humo. Sensible al olor del tabaco, «Aziz» se mantiene fiel a este rincón, conocido por su tolerancia hacia sus semejantes. Su cabello negro cae con fluidez sobre su frente para ocultar sus espesas y oscuras cejas. Sus grandes ojos negros, su nariz ajustada y sus mejillas mates y lisas, no dejan ninguna duda sobre su corta edad. «Aziz» acaba de celebrar sus 21 años con su nuevo amante en el sur.
Deja caer su esbelta figura sobre la silla y aparta con elegancia las esquinas de la mesa con sus largas piernas. Comienza a hablar de sus últimas vacaciones con mucho humor. Después, se pone serio:
“Estamos obligados todo el tiempo a ocultarnos o fingir. Con el paso del tiempo, la prudencia termina convirtiéndose en paranoia. Tenemos miedo al espionaje en internet o a las escuchas telefónicas. La ley 230 del Código Penal nos pesa cada vez más. Algunos pretenden tener una novia, otros se casan directamente para acallar los rumores y hacerse aceptar por la sociedad. Pero la mayoría guarda a su mejor amigo-amante que todo el mundo mira con desconfianza. Personalmente, me niego a jugar esta farsa. Con el tiempo, he aprendido a robar algunos momentos de felicidad e intimidad de manera segura y sin hacer ruido. Mi familia y mis amigos íntimos están al corriente y eso no me importa tanto…”, explica Aziz.
Fotógrafo en su tiempo libre, Aziz es aún estudiante. Se encierra cada vez más en un medio de artistas que tiene la ventaja de intimidar rara vez a los homosexuales. En lo que concierne a la ley 230, piensa que es el momento de revocarla. «Pero la prioridad sigue siendo sin duda, el cambio de mentalidad. Incluso si la ley cambia, el camino para una verdadera igualdad aún es largo. La discriminación actual me hace, poco a poco, perder el sentimiento de pertenencia a este país», añade Aziz con amargura.
Militante por los Derechos Humanos desde hace años, «A» no está sólo comprometido con la lucha por la causa de los LGBT sino también con otras luchas de igualdades y libertades. Incluso si permanece en el anonimato, varios lo reconocen como iniciador del movimiento contra la política de discriminación de los homosexuales en Túnez. Pronto, su asociación de lucha contra la homofobia se pondrá en marcha para crear «una especie de refugio para todas las personas LGBT».
“Puedo confirmaros que no he hecho frente a los incidentes homófobos en mi vida. No me veo como una víctima y no me considero una minoría. Para empezar, el término peyorativo no está justificado ya que nunca podremos saber si la comunidad gay es minoritaria o no. Hasta donde yo sé, hasta ahora, no hemos inventando una maquina que detecte la orientación sexual de cada uno. Nunca podremos saber lo que pasa entre cuatro paredes”, ironiza «A».
«A» considera que la constitución debe proteger la vida privada de sus ciudadanos. Según él, el artículo 230 del Código Penal es anticonstitucional. Tres años de prisión firme es demasiado y estúpido. ¿De qué sirve preocuparse por la sexualidad ajena? ¿De qué sirve buscar qué es lo que ocurre en la cama de X o de Y? Es una violación de la vida privada. Si dejamos esta puerta abierta, otros derechos serán pisoteados en nombre del conformismo y la religión» se indigna «A».
Entre los defensores de los Derechos Humanos, pocos son los que muestran su apoyo a la causa de los LGBT. Incluso algunas asociaciones como la ATL (asociación que lucha contra la transmisión de enfermedades transmitidas sexualmente) limitan a trabajar el nivel social y médico. La sociedad civil no pone de relieve lo que más incomoda: el tabú de la sexualidad en la ley tunecina.
“Algunos nos dicen que no es el momento. Es un argumento falso, ya que si, según vosotros, el Estado se encarga de la lucha antiterrorista ¿Cómo tiene tiempo para detener a un tunecino y a un sueco y condenarlos a 3 y 2 años de prisión firme? Ahora hago una llamada a los pseudo-activistas, que creen que los derechos LBGT no son necesarios: ¡Dejad de luchar por los derechos humanos! Si no creéis realmente en ellos, nunca vais a dividirlos o clasificarlos como vosotros queráis”, añade «A» enfadado.
Fue breve al teléfono y quería asegurarse de que no fuésemos a grabar ni a mencionar su nombre. «Soy un hombre casado. Tengo dos hijos y una familia…pero…puedo dar mi testimonio. Lo hago por vosotros» nos dice «S» para asegurarse de nuestra discreción. En la recepción del hotel en el centro, nos acoge con una sonrisa incómoda. Envuelto en un gran abrigo negro, «S» tiene una ligera barba descuidada. Sus ojos claros y su melena lisa, recuerdan una juventud pasada más bien seductora.
“En otro tiempo, me tomaba mi sexualidad a la ligera. Pensaba que mi diferencia era sólo una pesadilla que atormentaba mis noches y alimentaba mis momentos de soledad. Era y soy aún el hombre correcto que encarna el ideal tunecino. Después de mis estudios superiores en arquitectura, me casé con una chica de buena familia. Estaba impaciente por casarme pensando que esto iba a corregir mis fantasías. Tengo unos hijos que adoro. He tenido éxito en mi vida profesional…pero no soy feliz”, confiesa «S» con nostalgia.
«Toda mi vida se resumía en querer ocultar mis deseos. He llegado al punto de negarme a dar un beso a mis primos o amigos (dice bromeando). Hasta el día en que empecé a frecuentar foros de Internet. Incluso detrás de mi pseudónimo, era tímido y desconfiado. Poco a poco, me he ido soltando manteniendo mi identidad oculta. Nunca he aceptado reunirme con los LGBT en grupo. Éstos organizan, regularmente, encuentros. Opté más bien por las conversaciones privadas de carácter erótico. He tenido algunas aventuras, pero sin éxito…En mi juventud, había pocas proposiciones atractivas y realmente sinceras», cuenta «S».
Sin ninguna esperanza de cambio, «S», no espera nada para él sino más bien para las generaciones futuras. Opina que su éxito social es sólo una mentira. «Una casa de cartón, que puede desmoronarse en cualquier momento», añade «S» para describir su vida.
“Vengo de una familia normal de clase media. Mantenía una relación muy solida con mi padre que me entendía mucho mejor que mi madre. Desgraciadamente, él falleció hace unos años. Con mi madre, nunca ha sido realmente fácil. Somos muy diferentes el uno del otro”, comienza a contar «K».
Ella tiene 25 años y vive en casa de su madre. En una relación sentimental con una chica joven desde hace años, «K» no se declara como lesbiana. Teme, como la mayoría de sus semejantes, la represión y la exclusión de la sociedad. Militante en un partido de izquierda progresista, «K» afirma que la existencia de una ley contra la homosexualidad instala en ella, incluso implícitamente, «un miedo permanente de encontrarse un día denunciada por enemigos o desconocidos».
Respecto a sus experiencias afirma: «después de la universidad, viví varias aventuras pero nunca me he sentido satisfecha. Y además, de repente, decidí abrirme a otros horizontes. Cuando me codeé con lesbianas, ¡fue como una revelación! ¡Comprendí que había encontrado mi lugar y que lo que buscaba en todo este tiempo! Al principio, estaba en una nube. El mundo de los homosexuales me parecía vasto, rico y sin fin. Después, cuanto más pasaba el tiempo más me daba cuenta de los problemas. De repente, mi mundo se hizo progresivamente pequeño por las restricciones y la obligación de tener cuidado por todas partes. Se ha hecho insoportable», se lamenta «K» antes de confirmar que no abandonará nunca Túnez y que continuará la lucha para conseguir sus derechos.
Túnez aún se resiste a la politización de la intimidad, que estigmatiza el movimiento de liberación individual que empezó recientemente. Desde el 14 de enero, algunos medios de comunicación han hablado de la homosexualidad manteniendo un enfoque moralizador para evitar las críticas. El único político que se ha atrevido a hablar de ello, es Samir Dilou, en la época en la que era ministro de Derechos Humanos. Su único comentario consistía en ayudar a las personas LGBT para curarse de «una desviación psicológica». En contrapartida, los esfuerzos de la sociedad civil resultan invisibles y no llegan a romper el silencio. Si según «A», la voluntad de movilización falta considerablemente en las grandes estructuras de la sociedad civil, las victimas, por su parte, evitan la confrontación y prefieren permanecer en la sombra.
(Traducción propia para ÁfricaLGBT gracias a nuestra voluntaria Gema Garrido González. Puedes leer el idioma orginal en el enlace adjunto).